viernes, 18 de septiembre de 2015

Nada, Nadie: las voces del temblor de 1985


Estamos a un par de días para que se conmemore el 30th aniversario del Temblor de la Ciudad de México de 1985. De manera directa o indirecta, muchos vivimos ese evento de forma trágica. Para un servidor, representó ser despertado por sus padres de manera intempestiva, mientras la casa se movía como una gelatina. De las pocas cosas que recuerdo son las expresiones de horror y angustia de mis padres mientras salíamos volando de allí y nos posicionabamos afuera.

Recuerdo que volteaba para todos lados y veía como todo se movía. Por un momento pensé que estaba mareado o que era un juego (lógico, para la edad que tenía entonces), pero ver a mi madre soltar gritos mientras señalaba los postes, los cables y los árboles, moviéndose como si una fuerza invisible los estuviera agitando, me hizo ver que no todo parecía tan inocente.

Finalmente el movimiento cesó y por suerte, donde entonces vivía, las cosas no se vieron tan horribles como en otros lugares. Claro, varios edificios se vinieron abajo e inclusive la cúpula de una iglesia se hizo pedazos. Mi esposa me cuenta (porque era aun más pequeña que yo en aquel entonces) que mi suegra le comentaba como vieron los postes de luz moverse y sacar chispas. Lo más horrendo es que el lugar donde vivía mi mujer casi no se sentían los temblores. A este nivel llego dicho seísmo, que hasta la fecha es catalogado como el más mortífero que ha sufrido la Ciudad de México y zonas aledañas.

La magnitud del temblor fue de 8.1 en la escala de Ritcher. Si lo comparamos con el que provocó el tsunami de la navidad del 2004 o el que azotó a Japón en el 2011, resulto ser mucho más inferior (recordemos que las escalas no se ven en un forzoso orden ordinal, sino exponencial. Léase, un temblor de ocho grados es 10 a 20 veces más potente que uno de siete grados y así). El detalle es que el movimiento fue de tipo trepitatorio, es decir, que el movimiento no solo fue de lado a lado, sino de arriba y abajo, lo cual sacudió a tal nivel las desgastadas y mal construidas edificaciones en la mayoría del Distrito Federal, que muchas se vinieron abajo.

El sismo dejó al descubierto las muchísimas deficiencias del entonces gobierno de la capital y también a nivel federal: malos tratos de policías, tardanza en el sistema de emergencia, un gobierno orgulloso e incapaz que retraso la ayuda, así una corrupción que literalmente frego el apoyo de otros países y de otros ciudadanos hacia las víctimas y familiares. Por supuesto, hoy en día también se hace hincapié en la solidaridad y la bondad de la gente. Miles de voluntarios civiles se lanzaron a las calles a ayudar en labores de rescate y posterior reconstrucción. Una población que parecía apatíca, a raíz de las represiones de los años sesentas y setentas, se vio de repente hermanada y logro sacar adelante una ciudad que se hizo trizas.

Por supuesto, lo malo también debe ser recordado, ya que en parte eso ayudo a modificar el sistema político del Distrito Federal y que se creara inclusive una cámara de representantes de las delegaciones, para que tuvieran mayor inherencia en el gobierno mediante su población. Así también terminó por tambalear la ineficiencia del gobierno del entonces presidente, Miguel de la Madrid.

Una de las fuentes que terminaron informando de dicha situación, fue Elena Poniatowska, a través de un libro que hoy continua editándose (y que por suerte un servidor compró hace ya unos años): "Nada, Nadie: las voces del temblor".


El libro de Elena Poniatowska “Nada, nadie, las voces del temblor” es una obra que nos narra en viva voz de los afectados las situaciones que vivieron durante y después del sismo de 1985 en la Ciudad de México.  Las historias reales se desarrollan dentro una combinación de rabia, horror, impotencia, desesperación, destrucción y  muerte;  pero  contrarrestada por la respuesta solidaria de todos los que sobrevivieron y que sin pensarlo ayudaron al rescate de  otros de manera incondicional.


Elena Poniatowska es una escritora mexicana de reconocimiento mundial, de origen polaco (aunque nació en Francia). Su padre era descendiente de un famoso comandante que sirvió a las ordenes de Napoleón, mientras su madre era una mexicana exiliada que viajó con el sequito de Porfirio Díaz en su salida de México.

Para la década de los cuarentas regresó a México a raíz de la Segunda Guerra Mundial. Aunque no termino el bachillerato de manera formal, comenzó como periodista y cronista en varios periódicos en los años cincuentas, haciéndose reconocida como alguien que defendía la verdad, así criticaba la política velada que ejercía el gobierno durante aquellos años. Uno de sus trabajos más reconocidos fue "La Noche de Tlatelolco", donde buscó criticar la acción del gobierno en estos hechos tan oscuros.


"Nada, Nadie...", el libro que voy a hablar a continuación pretende ser una especie de continuación de dicho proyecto, pero ahora enfocado en la tragedia del temblor de 1985. Debo decir a título personal que no me gusta mucho la prosa de Poniatowska, ya que tiende a ser mu dispersa y lógico, viene más de un ámbito periodístico, donde la redacción queda en segundo lugar respecto al contenido de la misma. Sin embargo, un día que pasaba por una librería, vi dicho título exhibido, pero sobre todo, la imagen de un edificio cayéndose fue lo que me llamó poderosamente la atención. Lógico, aparte del precio (sí, mi tacañez), me termine por comprar el libro.

El contenido del mismo no es uniforme, técnicamente lo que hace la autora es hacer una compilación bastante compacta, de muchos relatos, historias y crónicas de lo que sucedió ese trágico día, donde los narradores son las personas que padecieron el sismo. Desde la vecina que estaba con su esposo y sus hijos desayunando, hasta el reportero que estaba a punto de dar una nota y un piso se le vino encima (Pedro Ferriz de Con). Si termino comparando dicho libro, sería con el de "Underground" de Haruki Murakami. Sin embargo, debido al lenguaje coloquial, a la cantidad de muertos que hubo y la naturaleza del impacto, las historias me parecieron mucho más desgarradoras, trágicas y crudas. Sí recalco una que me dejo casi con un nudo en la garganta, fue la de una mujer que perdió a su esposo y apenas logró sobrevivir con su hijo.

Un punto a favor es que Poniatowska no se corta al decir la verdad, pero tampoco busca el morbo. Los relatos vienen de las mismas palabras de los accidentados y como sobrevivieron a esto. Otra cuestión es que también se tocan diferentes rubros, desde la ayuda que tuvieron los voluntarios (donde las señoras les traían tortas, agua, etc., etc.) hasta como lograban rescatar personas atrapadas en los restos de los edificios.

Aparte, leer este libro amplió muchísimo mi panorama con respecto a muchas zonas que fueron destruidas, entre ellas, las varias fábricas clandestinas de tejedoras, donde estas murieron o las dejaron dentro los patrones, con tal de no lidiar con las autoridades. Esto contrasta con las anecdótas que tocan lo sucedido con Televisa y sus teatros, donde no solo murieron empleados, sino gente famosa que estaba ya preparándose o llegando para trabajar.

Sin embargo, como es normal, Poniatowska toca un tema bastante delicado: la labor del gobierno y el ejército en el siniestro. Para empezar, crítica (no directamente, sino mediante las propias historias de los afectados) la lentitud que tuvo el gobierno para ayudar a los heridos, también el haber rechazado ayuda internacional, debido a la displicencia del presidente y su gabinete, ni se diga del jefe de gobierno del Distrito Federal. Para colmo, la poca ayuda que aceptaron, mucha termino desapareciendo en manos de los burocratas, que argumentaban problemas de traslado.

Otro punto que se critico fue el apoyo del Ejército. Muchos cronistas veían que los soldados terminaron haciendo actos de rapiña en los edificios, mientras otros entorpecían la labor de los voluntarios, llegando a correrlos de los sitios siniestrados y otros, obligandolos a detenerse, supuestamente porque el edificio estaba inestable y que supuestamente ellos entrarían al quite, lo cual no hacían en absoluto.

También la autora quita un poco esa imagen tan "limpia" de los ciudadanos ayudándose a otros. Hay relatos donde comentan los autores que al pedir ayuda en casas intactas, los dueños los terminaban corriendo o inclusive, mucha de la población prefirió encerrarse en casa e ignorar las peticiones de ayuda, asilo o comida. El temblor, según la autora, llegó a sacar lo mejor, pero también lo peor de la sociedad de aquellos años.

Aunque el libro se oye sensacional, su prosa le resta mucho ritmo. Para colmo, Poniatowska llega a exacerbar tanto la crítica política y social en el último tercio de la obra, que llega a ser sumamente chocante. De repente, ese ámbito de conocimiento y verdad del libro se pierde y estamos en una especie de ensayo bastante mordaz y para colmo, muy repetitivo por momentos, lo cual hizo que casi dejara de leerlo, pese a tener un inicio bastante acertado.


En conclusión, "Nada, Nadie..." es un buen libro sobre el temblor de 1985. Sin embargo, no es una lectura de crónica de eventos, sino más bien una crítica un tanto directa y mordaz de los eventos sociales, políticos y económicos que acapararon dicho evento. Esto podría provocar un chasco, al menos a mí me lo dio, pero para quienes gustan de algo políticamente incorrecto y dudo, seguro les gustará. Aparte de esto, las crónicas e historias que conforman esta obra, son estupendas. El relato de la sociedad es sencillamente brutal y muy honesto. Por eso vale la pena la compra del mismo.

Por cierto, se puede adquirir por la editorial "Biblioteca Era" por un módico precio de casi 10 dolares.

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Saludos a la dueña de mis mensualidades, así a quienes gustan de este tipo de lecturas.

1 comentario:

  1. Yo en aquel entonces tenpia 5 años, aun recuerdo que estabamos haciendo en casa cuando sucedio el terremoto. Recuerdo estar en la cocina con mi madre y hermano desayunando, mi hermano se iba a la escuela primaria y yo entraba al kinder pero hasta las 9:00 am. Lo que mas se me quedo grabado de aquella manañan es que me le quedaba mirando a la puerta que daba al patio como se movia y mi madre abrazandonos diciendo que nos quedaramos quietos.

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