martes, 22 de diciembre de 2015

La batalla de Stalingrado: primera parte.

Cuando inicié las entradas sobre la Segunda Guerra Mundial en el blog, sé que tarde o temprano llegaría a este punto, que se considera por muchos, el punto de inflexión "psicológico" de la toda la conflagración. Por más que los historiadores gringos consideren el Desembarco en Normandía como el momento en que la balanza se inclinó a favor de los Aliados, en realidad fue la batalla en la actual Volgogrado, la que termino decidiendo el destino del mundo. Cierto que la batalla de Moscú mostró que Hitler no era imbatible, pero gracias a Von Manstein y los profesionales soldados alemanes, el canciller alemán supo darle un giro a los hechos y reestablecer el empuje de la Wehrmacht, a tal grado que está se acerco peligrosamente a los pozos petroleros del Cáucaso, el corazón de la Unión Soviética.

Sin embargo, la megalomanía de Hitler terminaría por fulminarlo. La operación Azul, que planeaba la toma en primer lugar de dichos pozos petroleros se retraso, debido a que el empuje original se redujo cuando Hitler, viendo la facilidad del ataque, dividió sus fuerzas en dos frentes. Mientras el grupo de Ejércitos A tomaba la región del Cáucaso, la B conquistaría Rostov y Stalingrado, para inclusive llegar hasta Astracán y con ello, al Medio Oriente. Curiosamente, los errores de Stalin provocarían esto, ya que el dictador soviético ansiaba una victoria y desoyendo a Timoshenko, su mayor mariscal, ordeno contraataques que terminaron en fracasos y que convencieron falsamente al Fuhrer de que el Ejército Rojo estaba al límite de su capacidad. Por ello, el VI Ejército Alemán, la formación más poderosa de la Wehrmacht, terminaría cayendo en una enorme ratonera casi sin saberlo, al momento de querer tomar la ciudad del jefe: Stalingrado.

La siguiente entrada se enfocará en los hechos que ocurrieron previos (agosto de 1942) hasta principios de noviembre de 1942, antes de la famosa Operación Urano que terminaría por quebrar el espíritu alemán e iniciar la contraofensiva del Ejército Rojo.


La batalla de Stalingrado fue un enfrentamiento bélico entre el Ejército Rojo de la Unión Soviética y la Wehrmacht de la Alemania nazi y sus aliados del Eje por el control de la ciudad soviética de Stalingrado, actual Volgogrado, entre el 23 de agosto de 1942 y el 2 de febrero de 1943. La batalla se desarrolló en el transcurso de la invasión alemana de la Unión Soviética en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Con bajas estimadas en más de dos millones de personas entre soldados de ambos bandos y civiles soviéticos, la batalla de Stalingrado es considerada la más sangrienta de la historia de la humanidad. La grave derrota de la Alemania nazi y sus aliados en esta ciudad significó un punto clave y de severa inflexión en los resultados finales de la guerra y representa el principio del fin del nazismo en Europa, pues la Wehrmacht nunca recuperaría su fuerza anterior ni obtendría más victorias estratégicas en el Frente Oriental


Stalingrado, antiguamente llamada Tsaritsyn, actualmente llamada Volgogrado (debido a su apego al río Volga, uno de los afluentes más importantes de la Rusia actual), fue renombrada posterior a la Guerra Civil Rusa, debido a que Josef Stalin había logrado una importante victoria en los alrededores de la ciudad. Para la década de los cuarenta, la urbe era un importante centro industrial, tanto en la fabricación de tractores (Octubre Rojo) como de cañones (Barricadi). La ciudad se extendía por alrededor de 24 kilómetros cuadrados, sobre todo en la ribera occidental del Volga, siendo la ribera contraria escasamente poblada. Curiosamente, no había un puente que atravesase el río, por lo cual el transporte siempre se hacía por ferrys o botes similares.

Para julio de 1942, la ciudad se puso bajo sitio, ya que Rostov estaba a punto de caer. Stalin ordeno que ningún civil abandonase la ciudad, para motivar a los soldados a luchar, mientras dictaba una serie de ordenes draconianas, la más famosa, la 227, la cual se resumía en "ni un paso atrás". Consistía en que no había retirada más allá de las líneas y que cualquiera que intentase eso, sería fusilado o muerto al instante por los comisarios u oficiales.

Para principios de agosto, Adolf Hitler había metido ligeramente la pata: subestimando el poder del Ejército Rojo, mando al grupo de Ejércitos A a atacar el Cáucaso, aun sin que el Ejército B (que lo componía el VI Ejército alemán, tomase Stalingrado). Lamentablemente, el ataque aéreo daño las refinerías de Astracán, lo cual comenzó a cobrarle factura al IV Ejército Panzer del general Hoth. Este torció el gesto cuando el Fuhrer ordeno al susodicho dejar el grupo A e ir con el B para el ataque a Stalingrado. Se desperdició precioso carburante que luego sería vital en la segunda etapa de la batalla.

El ataque a la ciudad comenzó el 23 de agosto de 1942, con un bombardeo de la Luftwaffe a la ciudad, curiosamente a cargo de la división Cóndor, que había tenido cierto adiestramiento en la Guerra Civil Española. Ese mismo día, las vanguardias del VI Ejército arribaron al Volga. Habían hecho un estupendo recorrido las tropas desde el río Don, en menos de 12 horas, lo cual elevaba aun más la moral. En cambio, el Ejército Soviético se veía disminuido por la orden 227 y también por el rápido avance del enemigo.


El 62th. Ejercito Soviético y el 64th, este último mandado por el general Chuikov, hacían frente a los alemanes. Timoshenko había sido reemplazado por el general Yemerenko, que rápidamente hizo un cambio de mandos, aprovechando que la orden expendida por Stalin, también disminuía el poder político de los comisarios. Antes de esto, los mandos militares no podían hacer movimientos sin primero consultarlo con el oficial político de la unidad. Al cambiar las cosas, la flexibilidad aumentó de manera importante, lo cual permitió dejar en mejores puestos a los hombres indicados. En cambio, Hitler había aumentado la rigidez del mando alemán, a tal grado que las ordenes de retirada o avance debían ser consultadas previamente con él. Esto provoco que muchos movimientos fueran desperdiciados o peor, que el avance se volviese más lento.

Zhukov había llegado desde Moscú a poner orden. Durante las primeras dos semanas de combate, las divisiones alemanas habían tomado casi la mitad de la ciudad de manera fácil. Anton Lopatin arguyo a Zhukov y Jruschev, entonces comisario político del 62th. Ejército, que le trajeran hombres y pertrechos, lo cual era imposible, ya que la Luftwaffe no dejaba de bombardear el río Volga incesantemente. Muchos transportes con heridos, tropas frescas y municiones se perdieron ante el ataque voraz de los Stukas, que con su peculiar sirena, se lanzaban en picado para destruir cuanta embarcación osase cruzar el río.

Zhukov vio la acción de Lopatin como cobardía y lo destituyo. Nombró en su lugar a Vassili Chuikov, que rápidamente adoptó la estrategia de Stalin a su propio modo. Aunque respeto la orden de no retirarse, igualmente solicito tropas de refresco con urgencia e inclusive quitándoselas al propio NKVD, el arma militar de la policía de estado de Beria.

La 10th. División de Fusileros de la NKVD, que era mandada por el general Rogatin, tuvo que doblar manitas ante las demandas de Chuikov, que al tener mejores conexiones con Zhukov, dejo que sus hombres se uniesen a las tropas del 62th. Ejército y combatiesen. Esto permitió que el ataque alemán del 15 de septiembre a finales de ese mes, se viese parado en seco, pese a que habían tomado casi la mitad de la ciudad. A la par, Paulus se encontraba en la Guarida del Lobo (Wehrwolf) en Vinnitsa donde sufría los ataques coléricos de Hitler. El canciller había demandado la toma total de Stalingrado ante la consternación de Paulus. Este, había sido nombrado jefe del VI Ejército ante la muerte de su comandante, Von Richenau, unos meses antes.

Paulus, leyenda negra y un poco injusta.

Sin embargo, a diferencia de otros mandamases de la Wehrmacht como Guderian o Von Manstein, que eran capaces de ponersele al brinco a Hitler, Paulus era un oficial táctico, jefe de un estado mayor, por lo tanto, más un soldado de oficina que de campo. Aunque mucha de la culpa se la atañe a Paulus y sus posteriores decisiones, Hitler también mucho mucho que ver. Aun hoy en día se preguntan los historiadores de porque el canciller decidió tomar la ciudad. Hubiese sido más sencillo rodearla y atacar a las tropas que estaban alrededor del perímetro, que apenas resistían los embates. Sin embargo, Hitler estaba dolido en su orgullo, ya que el Cáucaso se le había cerrado y deseaba tener algo simbólico a cambio. Y que mejor que la ciudad de su acérrimo enemigo.

Paulus también había dado la recomendación de que los flancos del VI Ejército eran débiles, ya que las tropas italianas y rumanas que componían dichas alas, eran sumamente frágiles y un contraataque era factible. Sin embargo, el estado mayor alemán también desestimo esto y confiados en la debilidad patente del Ejército Rojo, siguieron atacando. El punto era tomar Stalingrado, por lo cual Paulus, ya presa de un ataque de nervios, decidió concentrar tropas para tomar la ciudad, si fuese posible, edifici por edificio. Sin embargo, esto condeno a millares de tropas bien adiestradas en campo abierto, pero que en los combates casa por casa, eran sumamente inferiores a las soviéticas.  Aquí es donde comienza la llamada "Rattenkrieg" (Guerra de Ratas, en alemán).

La Rattenkrieg consistía en la lucha dentro de los interiores de los edificios con armas cortas, granadas, bombas y cuchillos. El hecho de luchar contra un enemigo que te podía sorprender en cualquier momento, era psicológicamente perturbador, más cuando al tomar una sección de dicha casa, el resto podía estar dominada por el oponente. El ejemplo más famoso fue la "Casa de Pavlov", un edificio que por espacio de un mes, estuvo ocupado alternativamente por alemanes y rusos en un período de 2 días. Es decir, un tiempo lo ocupaban los alemanes, pero inmediatamente los soviéticos la recuperaban y así se repetía el ciclo.


El soldado alemán promedio (Landser) no estaba acostumbrado a esto. Siendo más dueño de la velocidad y de la sorpresa, ahora se veía arrinconado y presionado para pelear por su vida, más que por la victoria, lo cual ocasionaba crisis nerviosas, pero sobre todo, una gran cantidad de bajas. Los soviéticos aprovecharon esto al máximo, minimizando las pérdidas (aunque aun eran altísimas, al menos de dos rusos muertos por un alemán.

Sin embargo, mientras los alemanes no tenían reservas, los soviéticos no dejaban de venir en cantidad y calidad a la ciudad, incluyendo soldados siberianos que estaban soberbiamente entrenados en ese tipo de guerra).
También, los francotiradoras soviéticos hicieron de las suyas y sembraban el terror y miedo sobre sus enemigos, al disparar a cuanto se atreviese a superar la línea, esto en especial soldados rasos, oficiales y sobre todo, tropa encargada de suministros, como agua o de mantenimiento de cableado. Al no haber líquido para tomar, los alemanes comenzaban a salir en bola a buscarla, lo cual ocasionaba más bajas por parte de los francotiradores. Igual, la falta de mantenimiento de las líneas de teléfono, hacía que se enviase a más tropas a reparar dichos defectos, cayendo igual en la trampa.

Sin embargo, no todo era gloria para el Ejército Rojo. El empuje alemán había sido considerable y ya para principios de octubre, la ciudad había sido tomada en dos tercios e inclusive, había sido partida, donde el 62th Ejército Rojo se aferraba a una orilla de la urbe. Inclusive, varias veces, el cuartel general, con Chuikov y sus hombres adentro, llegaron a estar enterrados por el ataque de bombas. Por suerte, la artillería en la ribera oriental, que estaba a cargo de las famosas Katiushas (una serie de 8 mini-cohetes que estaban en una rampa sobre un camión) se encargaban de machacar los avances alemanes, al tanto que los refuerzos llegaban de la otra orilla, pese a los ataques aéreos. De los más famosos, fue la 13th. División de Guardias Fusileros, a cargo del teniente coronel Alexander Rodimtsev, que con sus 13,000 hombres, logró cruzar el Volga como pudo y lanzar a sus tropas casi al instante contra una nueva ofensiva alemana.

Aun con esto, no todas las tropas soviéticas eran soldados entrenados, sino un tanto eran bisoños o reclutados por leva obligatoria, que Chuikov enviaba de manera despiadada a tomar bunkeres y trincheras enemigas. Esto llego a elevar el número de bajas de manera espantosa, al grado que las enfermeras y camilleros fueron insuficientes, llegando muchos heridos a tener que arrastrarse hasta el Volga, para ser evacuados. A esto, los alemanes tampoco la pasaban bien. Ante la baja de oficiales por los francotiradores, los landser se veían en aprietos y emboscados en un sinfín de ocasiones, al grado que muchas unidades perdieron el 80% de sus elementos. Para compensar esto, Paulus llego a desarticular las unidades de oficinistas y tanquistas de otras unidades, como la del IV Ejército Acorazado de Hoth y usarlos como simple infantería, lo cual sería otro error bastante grave.

El desgaste en la batalla llegó a ser épico. Debido a que la cantidad de hombres que morían por día superaban los 5,000, los cadáveres comenzaron a pudrirse sin que nadie pudiese hacerse cargo de ellos. Esto llevo a que la ciudad tuviese un aire horrendo, infestado casi de muerte, lo cual suscitó actos de valentía y de cobardía por doquier. Niños rusos llegaron a ser "mandaderos" de los alemanes, por unas migajas de pan. A la par, mujeres rusas en ocasiones asaltaban a los soldados alemanes para robarles comida, agua o ropa (la tela en Stalingrado se había vuelto un artículo de lujo). Paulus, al borde de un colapso, no dejaba de ordenar ataques, aunque sin el apoyo de la aviación (que aunque hacía su papel hundiendo embarcaciones con refuerzos), los tanques e infantería estaban más expuestos que nunca. En su momento, pese a todo, el VI Ejército ya controlaba el 80% de la ciudad. Las tomas de la fábrica Barricady y de Octubre Rojo, habían sido gestas horrendas para los alemanes, al grado que el 62th Ejército estuvo a punto de recuperarlas en varias ocasiones.

Hitler estaba furioso con Paulus. No creía que controlando tantos sectores, la ciudad no se rindiera. Sin embargo, los alemanes nunca lograron llegar a los embarcaderos, los cuales se defendían con las uñas inclusive. Mientras estos estuvieran a salvo, podían seguir llegando tropas de refresco, víveres y municiones y mantener vivo al demacrado 62th. Ejército (que eran mínimas, ya que para sorpresa de Chuikov, Zhukov no le estaba dando todo lo que pedía, por una sencilla razón: La Operación Urano. Cosa que terminaría enemistando a ambos generales de por vida).

Paulus lanzó dos ataques principales. Uno a finales de octubre y otro a principios de noviembre. Aparte de la enorme presión de su jefe, también estaba viendo con malestar que el Invierno ruso se acercaba. Se tenía miedo de lo sucedido en Moscú el año pasado, por lo cual el general emprendió dichas ofensivas. La primera fue éxitosa en el plano táctico, ya que permitió tomar gran parte de la ciudad. Sin embargo, el agotamiento a que llegaron sus fuerzas era evidente: no había suficiente infantería para mantener el frente y peor aun, tampoco había suficientes municiones y víveres.


Por otro lado, Chuikov tenía sus propios problemas. El invierno ruso se acercaba y el Volga comenzaba a arrastrar pedazos de hielo. Esto hubiese sido bueno, pero el general soviético sabía que mientras el río no se congelase (y por el cual pudiesen pasar camiones y camiones con pertrechos), los bloques de hielo serían harto peligrosos para la navegación. Lo cual comprobó el 9 de noviembre, cuando el flujo de barcos se redujo a la mitad debido al congelamiento del Volga. Esto coincidió con una nueva y última ofensiva del VI Ejército. En un instante, los alemanes llegaron a estar a 300 metros de los embarcaderos, pero Chuikov desesperado, lanzó una contraofensiva que hizo retroceder al enemigo hasta su posición inicial, gracias también a la artillería soviética, que ahora inclusive había posicionado cañones en la ribera occidental, escondidos en bancos de arena y otros tantos, en las pequeñas islas dentro del mismo río.

Para mediados de noviembre, las formaciones del VI Ejército Alemán estaban entre un 40 a 60% de su nivel normal. Paulus esperaba impaciente las ordenes de Fuhrer de establecer un sitio y que los soldados comenzasen la construcción de los cuarteles de invierno. Sin embargo, antes de que todo esto sucediera, ejércitos de infantería y blindados soviéticos desbordaron los flancos de manera estrepitosa e increíble....pero eso forma parte de una próxima entrada.

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 Saludos a la dueña de mis quincenas que adoro ^^, así quienes gustan de la Segunda Guerra Mundial.

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